Una de las más famosas leyendas que jalonan el Camino de
Santiago. En Santo Domingo de la Calzada, donde "¡Cantó la gallina después
de asada!". La animación se puede ver en el Centro de Interpretación del
Camino de Santiago, Santo Domingo, La Rioja.
Cuenta la leyenda popular que un
piadoso matrimonio francés de grandes virtudes y profunda religiosidad, tras
diez años de matrimonio no habían tenido descendencia por lo que su gran anhelo
era concebir un hijo, lo que devotamente, imploraban a Nuestro Señor y a la
Santa Virgen María; no habían perdido la esperanza de tener descendencia, y
cada día en sus oraciones solicitaban la gracia encarecidamente.
Una noche, se les apareció la
Virgen María anunciándoles que Dios les concedería la gracia de tener un hijo,
pero cuando éste fuese mayor, debían llevarlo en peregrinación al sepulcro del
apóstol Santiago en el fin del mundo.
Efectivamente la mujer dio a la
luz un hijo, al que llamaron Jacques, que crecía hermoso y guapo haciendo de
él, un conjunto de perfecciones que constituía el orgullo de sus padres y el
encanto de cuantos le conocían. Al cumplir el muchacho los quince años de edad,
los padres decidieron cumplir con la peregrinación pendiente para dar gracias
por la merced concedida.
Al llegar en peregrinación a
Santo Domingo de la Calzada, para pasar la noche se quedaron en una hospedería
de peregrinos, que estaba atendida por la joven hija del hospedero, que,
prendada de la belleza del muchacho le asedió para obtener su amor, pero el
muchacho la despreció; ella, llena de coraje, sintió deseos de venganza y
espero a que el muchacho estuviese dormido, y, entró sin hacer ruido en su
habitación, escondió en su saco de viaje, un precioso cáliz de oro, labrado por
un afamado artista y adornado con perlas y piedras preciosas de incalculable
valor. Al amanecer los peregrinos emprendieron su camino. El hospedero, viendo
que había sido objeto de un robo, denunció al Justicia la sustracción del
cáliz, manifestando que los último huéspedes habían sido unos peregrinos
franceses.
Así fueron en persecución de los
peregrinos, al poco alcanzados por elJusticia, los alguaciles y el hospedero,
que les acusaba del robo.
Los peregrinos lo negaron
rotundamente, jurando por lo más sagrado queellos no habían cogido nada y nada
sabían del cáliz ni del robo.
Pero para salir de dudas los
alguaciles a una orden del Justicia les hizo unregistro, de forma que al abrir
el saco del muchacho, encontraron el cáliz deoro con gran sorpresa de los
peregrinos, que fueron llevados ante lasautoridades llevando al denunciado hijo
como ladrón.
Se instruyó la causa, condenando
al muchacho a morir en la horca por robo,aplicando la ley vigente, sin que de
nada le sirvieran sus protestas deinocencia ni las súplicas de sus afligidos
padres, dictándose finalmenteSentencia, de forma que el muchacho, fue conducido
al cadalso allí secumplió el fallo.
Los padres, sintiéndose sin valor
para presenciar la ejecución de su inocente hijo, continuaron su peregrinación
a Santiago, sin encontrar consuelo a su horrible dolor; enajenados por los
sufrimientos, no habían pensado antes en dar sepultura sagrada a los restos de
su hijo; y entonces decidieron desandar el camino y pedir el cadáver para
enterrarlo ellos piadosamente. Al acercarse al pueblo, el padre iba quejándose
a grandes gritos de que Dios no le hubiera enviado la muerte a él en vez de a
su hijo, y cuando ya llegaban cerca, vieron a lo lejos el cuerpo de su hijo que
seguía colgado del patíbulo; anhelantes, se aproximaron a él y oyeron la voz de
su hijo, que les reprochaba sus quejas y su poca resignación ante los designios
divinos. Maravillados al oírle, corrieron a abrazar a su hijo, y éste les refirió
cómo se le había aparecido una esplendorosa Señora, que era la Virgen María,
llena de gloria y majestad, con resplandecientes vestiduras, y acompañada de un
venerable anciano que le dijo ser Santo Domingo de la Calzada; entre los dos le
habían sujetado por los brazos, para librarle de la muerte y que no recibiera
el menor daño, y le alimentaron prodigándole toda clase de consuelos y de
ternuras.
Los padres, radiantes de júbilo,
corrieron a dar cuenta del milagro al Justicia, pero éste, que se hallaba comiendo,
se negó a creer que estuviese vivo después de ahorcado, y les dijo.
señalándoles un pollo asado que estaba sobre la mesa:
- «Tan imposible es que este
pollo resucite como que vuestro hijo viva».
Al momento, ante su vista, el
pollo se levantó de la cazuela, y batiendo las alas, voló, y diciendo:
- «Prodigioso es, el Señor en sus
santos».
Atónitos, se trasladaron todos
inmediatamente al lugar donde estaba el ahorcado, y lo encontraron con vida, y descolgándolo,
se lo entregaron a los padres.
Ante aquel milagro divino,
revelador de la inocencia del muchacho, el Juez revisó la causa, tomando
declaración a la hija del hostelero, que, acosada ante las preguntas del
tribunal, confesó su crimen, siendo ella condenada a muerte en la horca. Pero
los buenos padres del muchacho, no queriendo ensombrecer con ninguna muerte la
prodigiosa salvación de su hijo, acudieron a suplicar al Tribunal el indulto de
la joven, consiguiendo por su intercesión que fuera conmutada por la pena de
cortarle el pelo y vestirla con hábito de monja, y así permaneció toda su vida
haciendo penitencia para conseguir el perdón de su delito.
Al muchacho le tomó el obispo
bajo su protección, y con él y con sus padres llegaron a dar gracias ante el
sepulcro del apóstol Santiago, que le había protegido durante su vida, y allí
se hizo presbítero y vivió santamente, glorificando a Dios hasta el fin de sus
días.
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